18.10.10

Peach.Reflexión del día 11 de Séptiembre

jueves 18 de septiembre de 2008

PEACH. Reflexión del día 11 de Séptiembre

Hoy mi desayuno fue un durazno y avena con miel. Despúes de mi rutina de ejercicios :), llegué al carro con las maravillosas intenciones de devorar mi rico durazno que hacia una semana había comprado.

Para mi sorpresa mi hermoso durazno no lucía tan apetecible como cuando lo ví por primera vez, su piel no se veía aterciopelada y había perdido su increíble color peach, entonces recordé que en la mañana temprano le pedí a Dios que hablará, que hoy y siempre quería pasármela con El.

Es así como pude escuchar el lenguaje "en detalles", el que usa mi Señor para hablarme. Esto fue lo que escuché: la fruta por lo general está en su punto cuando es madura, está lista para completar dos grandes propósitos en su vida: el alimentar y el germinar.

Esto me recordó mi vida cristiana, me considero una cristiana madura por el trato que el Señor ha tenido durante mi vida, pero últimamente me he setido muy bien anímicamente y emocionalmente y puedo confesar que ya no lo busco con la misma pasión que cuando estaba en el pozo.

Hoy me ví en ese durazno que hace un tiempo estaba tan apecible a la vista, pero que por el tiempo guardado, cuando fui a comerlo por poco tuve que desarcharlo por completo.

Así me miro yo delante los ojos de mi Señor cuando duro un tiempo prudente sin buscar su diaria presencia.

Otra reflexión que hice al respecto, es que cuando a fruta está madura, bella y colorida, bella, lista para comer, si ese momento cumbre llegá y no es saboreada, entonces no cumple parte de su propósito.

En la frutas, por lo general, tanto la piel, como la masa son aprovechados para alimentar y en algunos casos hasta la semilla. Esto representan quienes somos en escencia, aquello Dios hizo en nosotros, eso por lo cuál somos únicos, nuestro caracter, nuestras habilidades y talentos, nuestros conocimientos y experiencia y hasta nuestro cuerpo físico cuenta.

Si dejamos pasar mucho tiempo la piel y la masa se desperdicían y no existirá una entrega total, a la cual el Señor me ha llamado que le ame, con todo mi corazón, con toda mi mente y con todas mis fuerzas.

Entonces sólo queda la semilla, que en nosotros representa la Palabra, la cuál si no cae cae en terreno fértil y si no nos hace morir a nostros mismos, entonces no podremos nenacer, no podremos crecer y no puede llevar muchos frutos en el Espíritu.

Dios quiero ser una fruta que pueda cumplir con todo su propósito en la vida, sin desperdiciar nada.

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