18.10.10

Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; El mundo y su plenitud, tú lo fundaste.

sábado 15 de agosto de 2009

Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; El mundo y su plenitud, tú lo fundaste.

Uno de los sueños de la mayoría de nosotros es tener un techo propio. De generación en generación se nos ha incentivado a trabajar y a ahorrar para lograr el tan condiciado sueño de tener nuestro propio hogar, no importa si para tenerlo tengamos que trabajar full time, comer espaguettis o pan con aguacate todos los días.

Tampoco importa si el préstamo que tomamos al banco sobrepasa grandemente nuestro presupuesto, porque una sola idea está en nuestra cabeza: No se lo estoy pagando a otro, al final esto es mío.

Mío, aprendemos a decir esa pequeña palabrita a muy temprana edad casi despúes de decir papá y mamá. El sentido de pertenencia está en nuestro disco duro, Dios nos hizo así.

Con qué objeto Dios nos dotó de un sentido pasional de pertenencia? Será que Dios quizó que fuesemos egoístas?.

De ninguna manera. Todo en la creación está hecho para la gloria de Dios.

Nacemos con ese deseo tan grande de poseerlo todo o de tener algo para que tengamos una vaga idea de lo que realmente significa tener y para tener la oportunidad de practicar el dar.

Que tenemos al final? la realidad es que nada, porque TODO le pertenece a Dios hasta nosotros mismo, es así como Dios nos enseña a trabajar la idea de dar. Dame ese pensamiento de pertenencia. Dame esa idea de que tu familia, tu casa, tu carro, tu trabajo, tu salud te pertenerce... sabes que me pertenece, mío es, dice el Señor. De este modo ejercitamos el dar, hasta darnos a nosotros mismos.

Y la idea de tener, de perternecer?
La verdad de este misterio lo entendemos únicamente cuando le tenemos y pertenecemos a Jesús, en el encontramos la plenitud de nuestras vidas, llegando a poseerlo todo.

La sabiduría de Dios es insondable e inescrutable.

Hace un tiempo atrás, al inicio de mi matrimonio estabamos estudiando las escasas posibilidades de comprar un apartamento, mi esposo y yo calculabamos las ópciones que teníamos y viendo que en realidad no teniamos ninguna oportunidad, nos decepcionamos y un poco que nos frustramos y fue a raíz de este momento que el Señor me reveló una gran verdad:
"Míos son los cielos, mía también la tierra; El mundo y su plenitud". Las personas que compran, en realidad "rentan" un pedazo de tierra por determinado tiempo, al igual que el que renta, la diferencia está en que el que comprar dá todo su dinero de una vez y el que renta lo dá poco a poco.

Hasta de eso Jesús nos dejó ejemplo. El principe dueño de todo vino al mundo nació en un establo, su cunita fue el comedero de las bestías y cuando creció no tenía dónde recostar la cabeza, no tenía un pedazo tierra, porque el sí sabía que todo le pertecía a su Padre. El conocía que su reino no era de este mundo, ni su verdadera casa estaba aquí y si su Padre dispuso que su paso por esta tierra fuera de "paseo", gloria a Dios por ello.

Señor a mi también ayudame a vivir como una turísta en esta tierra, justo con lo necesario para no amar lo que no me pertenece, más amarte a ti, porque en ti hay plenitud de gozo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario